El otro día mientras tomábamos algo sentados en Yamaguchi (Yamapoco en castellano), Pequeño Grande y yo fuimos testigos de algo que difícilmente se puede relatar con palabras.
Todo comenzó cuando se nos acerco la camarera a preguntarnos que queríamos. Pequeño Grande y yo nos pedimos a cada cerveza, pero al fijarnos en Mon para ver si pedía algo, nos fijamos en que le había dado un shock. Este shock pasó por varias etapas. Primero comenzó mirando a su alrededor, como si se acabase de despertar de un profundo sueño sin saber como había llegado hasta allí. Después al vernos a los tres mirándole fijamente, percatándose de que esperábamos algo de el, se sumergió en un prolongado silencio. Se percibía en su cara que estaba sufriendo. Al final, tras un interminable minuto cuando parecía que por fin estaba apunto de reaccionar, ¿que es lo que sucede?
"ta-tara-tara-tatata-ratata"
Increíblemente, se puso a tatarear mientras nos miraba de uno en uno. Yo inmediatamente pensé: tio, esto es como cuando llamas a una empresa por teléfono y te ponen en espera:
"en estos momentos no podemos atenderle, espere unos instantes tiriri-tiri-tiriri"
Pequeño Grande y yo estábamos con los ojos como platos y la boca bien abierta. La camarera estaría pensando algo como “¿Qué coño hago yo aquí?”.
Estas cosas hay que vivirlas para poder comprender que es lo que sucedió.